viernes, 3 de octubre de 2008

Yago: el arte de la obsesión

Ayer, luego de escribir el post sobre Otelo, entré a la ducha.

Me bañé.

Me sequé.

Me encremé las crines.

Y me doy cuenta: sigo escribiendo en la cabeza. No dejo de pensar en Otelo. Esto no es una novedad; menos en mí.

Me despierto, camino, veo un espectáculo, hago terapia, veo tele, como, compu. Y todo, con Otelo. Estoy obsesivo; esto tampoco es una novedad.

Pero ayer, luego de ducha (confieso que recién en vez de ducha, escribí lucha y tuve que corregir... mmmm!!); luego de la ducha, decía. pensé al reconocerme obseso que así se ha de sentir Yago. Nuestro Yago decide contar su verdad al tribunal, el público. No lo hace con una simple declaración. Sino que lo hace a través de una puesta en escena. Porque es un creador, un artista. Pienso... es tal su obsesión con aquellos seres que la única forma que encuentra para poner afuera su locura es a través del arte. Pienso ahora, entonces: si el arte nos salva de la locura, ¿Yago está cuerdo? ¿O es un genio loco que puede concretizar en arte y aún así su psiquis está arruinada?

Creo que aquí radica una de las diferencias entre Edgardo artista y Yago. Yo me quiero salvar. Yago, no.

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