jueves, 2 de octubre de 2008

de deseos y resignaciones

Hoy hablaba con mi terapista - obviamente - sobre Otelo.

Con mi famosa cuestión de que no sé muy bien de lo que hablo en el espectáculo.

[Primera pregunta que me hago ahora: ¿hay que saber de qué habla uno en una creación? Si se está creando, ¿cómo voy a saber de qué se trata algo que se está gestando? ¿Dios habrá pensado de qué hablaba en esos siete días? (sí, ya sé: Edgardo=Dios; bueh, qué le vamos a hacer... también debo convivir con esta ecuación) ¿No es el otro, el que mira, el que dirá de qué "habla" el espectáculo? ¿Por qué pienso que debo tener todo bajo control en mi actos creativos? ¿Hasta dónde hay que mantener el control, en todo caso? Bueh... por algo está Yago en prisión poniendo en escena el crimen que pergenió o creó...]

Luego de esta encorcheteada, prosigo. Le decía a mi ya nockeada analista que veo el ensayo y mientras tanto surge una y otra vez esta pregunta. ¿De qué habla Otelo? Nuestro Otelo.

Ella me pregunta cómo nace en mí el deseo de hacer Otelo. En el '97, digo. Para hablar de la diversidad, del distinto, del discriminado; tal como - sin advertirlo del todo - he hablado en tantos de mis espectáculos anteriores: prostitutas, hijos-santos, marginales bailanteros... Pues bien, llego al 2008 y Edgardo NO TEMATIZA EL TEMA DE LA DISCRIMINACIÓN. ¿Pourquoi? ¿Pourquoi? Éso es lo que nos preguntamos todos: ¡¿pourquoi?!

Parece, pues bien, que hoy a Edgardo no le interesa hablar de la discriminación. O de lo que es sentirse distinto en este mundo. [pienso, velozmente: Yago es un creador, no es un distinto en ese mundo?...]

Digo - en la sesión y ahora - que Otelo habla de los vínculos humanos. De las pasiones humanas y de las traiciones en el tejido de los vínculos. Del amor y de la irremediable traición. De la inevitable muerte por perder los estribos de la razón. De las consecuencias de la hibris.

Hay una imagen del espectáculo que, cuando la veo, digo: ésto es Otelo. El trío - Otelo, Desdémona y Cassio - echados en el catre, encimados uno sobre otro, drogados, riéndose, aburridos, agotados; y en el extremo opuesto, Yago, iluminándolos. Sólo se le ve un retazo de sus ojos. Veo esta situación y digo - insisto - esto es Otelo. ¿Por qué esto es Otelo? ¡¿Pourquoi?!

No se puede hablar de todo, dijo mi analista. Habrá que resignar algunas cosas. La discriminación y la guerra, por ejemplo.

Me preocupa que la gente vaya y quiera "ver" Otelo. Creo que el primero que debe aceptar que esto no es Otelo. Es un texto que escribí con Margó y que estoy poniendo en escena yo, hoy y ahora, con el imaginario, el cuerpo y las emociones de cuatro mujeres. De todo esto, no podrá salir Shakespeare. Saldrá un Dib. (sí, ya sé; Dib=Shakespeare... será mejor que me apure a darme cuenta de la tantísima diferencia)

[ah: mi analista dijo, también, que sé muy bien de lo que hablo en Otelo. Pelito pa' la vieja]

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