domingo, 5 de octubre de 2008

Bloom... ¡BOOM!

Dando vueltas como siempre en los cajones revueltos del Sr. Google, me encontré con el libro de Harold Bloom, Shakespeare: la invención de lo humano.

Como está escaneado, hay páginas que no están. No sé si para bien o para mal. Con lo que leí ya explotó mi cabeza, justo cuando me estaba tranquilizando un poco (¿deben o debo creerme?)

El análisis es maravilloso, profundo, detalladamente fundamentado.

Tratando de bajar un poco la locura bloomteana, transcribo algunas cosillas del largo paginar sobre Otelo...

"(...)Yago trama la ruina de sus amigos como un ejercicio para su entendimiento y apuñala hombres en la sombra para evitar el ennui. William Hazlitt

Yago, como observó agudamente Harold Goddard, está siempre en guerra, es un piromaníaco moral que pone fuego a toda la realidad.

Su gran jactancia: 'no soy lo que soy', rehúsa deliberadamente el dicho de San Pablo: 'por la gracia de dios soy lo que soy'.

El creciente orgullo de Yago ante su proeza como psicólogo, dramaturgo y esteta mientras contempla la ruina total del dios de la guerra Otelo, reducido a una incoherencia asesina.

Si yo dirigiera Otelo, instruiría a mi Yago que manifestara un creciente asombro y confianza en el arte diabólico.

La literatura moderna no ha superado a Yago, sigue siendo el perfecto Diablo de Occidente, soberbio como psicólogo, dramaturgo, crítico dramático y teólogo negativo.

Ni meramente rudo ni meramente sutil, Yago recrea constantemente su propia personalidad y su propio carácter: 'no soy lo que soy'.

Bradley, al exaltar a Falstaff, a Hamlet, a Yago y a Cleoplatra, tal vez respondía a la teatralidad altamente consciente que está infusa en sus papeles.

Su pasión por la destrucción es la única pasión creadora de la obra.

Otelo… su autoestima profesional es extraordinariamente intensa…. Es incapaz de verse a sí mismo sino es en términos grandioso... Se presenta como una leyenda viviente o un mito en dos piernas.

Otelo es la más hiriente representación shakespereana de la vanidad y el miedo masculinos ante la sexualidad femenina, por ende de la ecuación masculina que hace del miedo a los cuernos y del miedo a la oralidad una misma amenaza.

Los hombres imaginan que nunca podrá haber suficiente tiempo y espacio para ellos, y encuentran en los cuernos, reales o imaginarios, la imagen de su propio desvanecimiento, la comprensión de que el mundo seguirá sin ellos.
Otelo ve el mundo como un teatro para su reputación profesional: el más valiente de los soldados no tiene ningún miedo a la muerte literal en el campo de batalla, que no hará sino dar más brillo a su gloria. Pero que su propia esposa le ponga los cuernos, y con su subordinado Cassio como otro ofensor, sería una muerte mayor , meráforicamente una muerte-en-vida, pues su reputación no sobreviviría a ella, particularmente ante su propia visión de su mítica fama.

Yago... Siempre hay un fuego haciendo furor en su interior, y la hipocresía que reprime su intensidad satírica en sus tratos con otros le cuesta evidentemente mucho sufrimiento.
Esta debe ser la razón de que experimente tanto alivio, incluso éxtasis, en sus extraordinarios soliloquios y apartes, donde aplaude su propia actuación.

El placer, para Yago, es puramente sadomasoquista; el placer, para Otelo, consiste en la recta conciencia del mando.

Sentirse traicionado por un dios, ya sea Marte o Yahweh, y desear la restitución de la propia estima herida, a mí me parece el más preciso de todos los motivos de un villano: devolver al dios al abismo adonde ha sido arrojado uno. (...)"

Obviamente éstos son sólo retacitos y me parece que o bien tienen algún punto de coincidencia con nuestra búsqueda o bien, son cuestiones a tener en cuenta...

El libro de Bloom es carito para mí en estos días. ¡No sé si para mal o para bien!

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